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Retales veraniegos

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Entre la melancolía de septiembre, el regreso al blog ha operado sin anestesia, con dos reseñas rabiosas para vacunar el nuevo curso seriéfilo: Breaking Bad y The Newsroom. Son aperitivos para un otoño que se avecina cargado y con hielos. Jugaré los mismos números que otros años, aunque seré más selectivo con las novedades (Revolution, Last Resort, Vegas…). Aún recuerdo los doce capítulos que volé con Pan Am, el déjà vu que machacaba The Event o la promesa incumplida de, qué sé yo, The River.

Vamos, que se aceptan sugerencias a partir de noviembre, cuando las debutantes hayan adquirido forma.

Mientras tanto, me da pena no escribir -aunque sea un poquito- de tres series que terminé y dejé huérfanas de comentario. Es lo que tiene concederle vacaciones al blog: que el mundo no se detiene contigo.

Political Animals (USA Network)

De entrada, cuesta superar la extrañeza de encontrar un drama político-familiar en la parrilla de USA Network. ¿Sondeando un cambio de imagen de marca? No sé. Pero contar con Sigourney Weaver (¡qué bien envejece la señora!) supone toda una declaración de intenciones. Ella es lo mejor de esta apuesta que combina los pasillos de la Casa Blanca, las intrigas de partido, el difícil matrimonio entre políticos y periodistas, las dificultades familiares del poder y unas cuantas dosis de geoestrategia para dummies. Todo ello remarcándole al espectador una y otra vez cómo la Elaine Barrish de la serie está claramente inspirada en Hillary Clinton. A la postre, este trasvase entre ficción y realidad va en contra de Political Animals, puesto que la atornilla demasiado a la actualidad norteamericana y le acaba restando potencia al desarrollo de los personajes.

En todo caso, el resultado son seis capítulos tan resultones como blanditos. Political Animals es entretenida y exhibe buenos actores en la parte alta: para mi sorpresa, el cargante expresidente interpretado por Ciarán Hinds acaba cautivando tanto como la sosias de la teniente Ripley. Sin embargo, el cuadro se resiente porque algunas tramas familiares y amorosas nunca superan la insipidez del tópico. A años luz, en este sentido, de la brillantez sorkiniana de El ala oeste, no se confundan.

Awake (NBC)

La apuesta primaveral de la NBC supuso uno de los pilotos más estimulantes de los últimos años. Ya entonces comentamos las primeras impresiones, tan prometedoras. En efecto: el código de colores y lo enrevesado de la premisa se le indigestó a las audiencias. Los casos de la semana, francamente, tampoco eran para tirar cohetes; la relación con la esposa también dejó algún que otro tropezón. Sin embargo, la trama de fondo -aderezada con una intriga conspirativa de lo más aparatosa- funcionaba de vicio y pisaba el acelerador de forma vertiginosa en los tres últimos capítulos.

Y es una pena la cancelación, porque Awake ofrecía destellos ambiciosos. En primer lugar, destacaba la poderosísima interpretación de Jason Isaacs, con los psiquiatras como frontones perfectos para sus ¿locuras? En segundo lugar, porque, como escribe Albertini, la serie enarbola un retrato “sobre el luto y el dolor”. Y lo hace situándonos a los espectadores en una posición privilegiada, dual, desde la que vamos recomponiendo las vidas (y las muertes) que Britten ha dejado por el camino. Como si acompáñaramos a Mr. Scrooge en su odisea navideña, saltamos de un mundo a otro mientras empatizamos con Britten por todo lo que ha perdido. En este sentido, el complicado e hipnótico final -con esas irresistibles secuencias de corte lynchiano- puede entenderse como uno de las clausuras más felices de la historia de la televisión. O eso habremos de suponer ahora que Awake ha entrado en el “Cementerio de las Historias Perdidas”.

Nurse Jackie (Showtime)

Las dos primeras temporadas de la enfermera menos dichararera del All Saints Hospital me parecieron estupendas. Era una serie que conocía sus bazas y las jugaba con inteligencia, midiendo sus espacios, sin mear fuera del tiesto. Una dramedia de manual, entretenida, cañera, con mala leche cuando había que ir con los tacos por delante y con ternura cuando las niñas danzaban por tanta mentira. Bien. El problema es que una serie así no puede repetir la fórmula capítulo a capítulo, sino que ha de empujar la trama si no quiere morir de aburrimiento. Ahí es donde la tercera temporada hizo agua. El ciclo de redención del personaje se agotó al tener que pasar tantas veces por la casilla de salida.

Albergaba pocas esperanzas. Para mi sorpresa, esta cuarta entrega (que emite ahora Calle 13) ha recuperado el brío de una manera muy simple: dejando que los personajes asuman las consecuencias de sus actos. Jackie Peyton (siempre soberbia Edie Falco) encara lo insostenible de su situación y, puro dominó, el resto de personajes han de reubicar su lugar en la trama. Esto ha provocado que algunos secundarios, como Zooey, recobren gracejo y otros, Akalitus o Edie, resulten más aprovechados y sueltos en su nuevo escenario. Y no, no es tan habitual que una serie remonte el vuelo y luche por recuperar la excelencia creativa…

http://www.youtube.com/watch?v=OdrUVsgx5lE

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